Teniendo
como punto de partida y de llegada la ciudad de Rejkyavik, la primera visita
obligada es al turístico emplazamiento conocido como el “Círculo de Oro”. En
apenas 10 km2 podemos apreciar una
pequeña síntesis del paisaje islandés:
la espectacular catarata de “Gullfoss”, el programado geyser “Strokkur” y “Thingvellir”, lugar donde
apreciaremos la separación de las placas tectónicas de Europa y América.
Desde
aquí, el recorrido se encamina hacia el este, bordeando por el sur los
glaciares más grandes de la isla. El hielo se torna protagonista. Las lenguas
glaciares se mezclan con las rocas volcánicas, dando lugar a un paisaje
realmente curioso en el que el azul del
hielo aparece manchado por el negro de la tierra. Los trozos de hielo que van
escupiendo los glaciares flotan sobre
los ríos que, sin cauce fijo, buscan una salida al mar. En el Parque Nacional de Skaftafell, el más visitado del país, se pueden
admirar varias lenguas glaciares y la
fascinante Svartifoss, cascada que se precipita entre columnas de basalto.
El
agreste paisaje del sur comienza a suavizarse en el este de la isla. Los
fiordos orientales dan paso a parajes mucho más amables, con el mar
adentrándose entre verdes colinas. Un
alto porcentaje de la población islandesa se dedica a la industria pesquera. Es
aquí, en el este, donde mayor representatividad tiene, con imágenes salpicadas
por la huella de la industria del pescado.
El
tránsito que da paso al norte contiene uno de los tesoros de Islandia: la zona
geotérmica de Krafla , donde la actividad volcánica se palpa allá donde pises.
Es un lugar indescriptible, casi lunar, salpicado por fumarolas, sulfataras y
termas. Las huellas de la lava emergida en las últimas erupciones volcánicas
predomina en el paisaje. También el olor
a característico del azufre hace acto de presencia.
Con
el norte llega el frío. La temperatura baja hasta 10 grados en comparación con
el sur. También aparece el viento que trae el frío polar. El mar del norte de
la isla es el mejor lugar para el avistamiento de fauna marina, sobre todo de
ballenas. Cuentan los habitantes del norte que, en una época no muy lejana, era
frecuente ver aparecer osos polares que venían sobre los hielos que cubrían el
océano desde el polo norte.
Nuestro
recorrido nos vuelve a llevar a Rejkyavik, ciudad que alberga dos tercios de la
población total de Islandia. Aún así, es una ciudad pequeña y acogedora, con
una arquitectura basada en casas unifamiliares y en amplias zonas residenciales
y ajardinadas. Cerca de la capital nos
encontramos con uno de los reclamos turísticos más rentables: la “Blue Lagoon”,
un espacio termal natural situado en un enclave incomparable que dejará
satisfecho a todo el que acuda a relajarse. Lejos del bullicio turístico,
podemos encontrar piscinas termales mucho más asequibles en cualquier parte del
país. No en vano, es una de las actividades de ocio preferidas por los
islandeses.
Thingvellir, lugar del Parlamento islandés Foto: Ruth del Amo |
El programado geyser Strokkur Foto: David F. Atienzar |
Los fiordos del este Foto: David F. Atienzar |
La zona termal de Krafla Foto: David F. Atienzar |
Blue Lagoon, agua termal en un entorno incomparable Foto: D.F.A. |
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